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El anhelo del alma

Durante el pasado festival de Hay Emoción y Espíritu tuve la oportunidad de compartir con públicos diversos algunos temas relacionados con estas áreas. Algunas preguntas fueron muy reiterativas con respecto al concepto de alma y de espíritu, y las diferencias –si es que existían-, entre uno y otro. Al final de la explicación trataba de cerciorarme de ser bien comprendido, teniendo en cuenta que son temas que se prestan a diversas interpretaciones y que no son fáciles de “digerir”, por la cantidad de definiciones e interpretaciones que se les dan desde la óptica religiosa o desde la perspectiva filosófica. Lo primero que planteaba –antes de entrar en las definiciones-, es que las interpretaciones que se pueden dar sobre estos dos criterios dependen fundamentalmente de la cosmovisión de quien las elabora, y que no existen verdades absolutas con respecto a lo que pueda ser considerado correcto o incorrecto.

Ahora sí, esta es la definición personal que reitero, no pretendo sea la última palabra, y antes por el contrario, considero que es imperfecta y como toda elaboración humana se encuentra en proceso de construcción permanente. El alma es individual, es la esencia o el fluido vital que está presente en cada persona. Cuando el cuerpo físico muere, este principio vital permanece porque es inmortal y desencarna. ¿Qué sucede entonces? Este se fusiona con el alma universal y se convierte en la totalidad. Esta totalidad es el espíritu. Significa entonces, que el alma es individual y se encuentra confinada en el cuerpo físico de cada ser vivo, y su mayor anhelo es fundirse con el alma universal, con Dios o con el principio creador o con el espíritu. Esa es la diferencia entre estos dos conceptos que han ocupado desde tiempos inmemoriales las preocupaciones de muchos pensadores.


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