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LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL EN EL LIDERAZGO

La historia del liderazgo se remonta a unos 100 millones de años, fecha en la cual, según los paleontólogos, aparecen las primeras comunidades de animales en la superficie de la tierra. Las abejas, que fueron estos seres vivos, estaban organizados en colonias, en las cuales hay una clara diferenciación entre los individuos y los roles que deben cumplir: reina, obreras, zánganos y ponedoras. El alma, quien marcaba la pauta o la impronta de cada colonia era, por supuesto, la reina. La evolución de la vida siguió de manera implacable y muchas de las especies animales fueron desapareciendo a expensas de otras mejor dotadas que han sobrevivido gracias a su capacidad para adaptarse a las inclemencias de la naturaleza.

Cuando surgen nuestros ancestros, los primates, se inicia un verdadero salto cualitativo en la historia del planeta, ¿por qué ésta especie ha sido la más exitosa? ¿A qué se debió esto?. Sin duda a su capacidad para vivir en comunidades organizadas con actividades colaborativas. El gregarismo, entendido como la facultad del individuo para asociarse con otros de su misma especie, para trabajar juntos y para alcanzar un propósito en común, es lo que ha marcado a lo largo de la historia los avances de la comunidad humana. De esta convivencia comunitaria, surge una de las características psicológicas principales del individuo: imitar pensamientos, conductas y dejarse influenciar por quienes el grupo ha considerado como hábiles para desarrollar determinadas funciones. A esta tendencia en psicología se le denomina “figura de identificación” que es la asimilación o introyección inconsciente de una propiedad o un atributo de otra persona y que es asumida como propia.

Esa es la función primordial que cumple el líder dentro del colectivo humano: ser figura de identificación, agrupar o aglutinar a las personas a su alrededor, para que juntas puedan avanzar como grupo. En los análisis sobre las características que tiene un líder se le endilgan una gran cantidad de atributos: que sea comprometido con una causa; tener iniciativa; deseos de cambio; comprensión del entorno; ser optimista; creativo y tener un ideal de servicio.

Voy a referirme a un aspecto que considero es fundamental para un buen líder: que esté firmemente anclado en la dimensión espiritual. Entendida en éste contexto la espiritualidad como la capacidad de la persona para percibirse y actuar unida con todo su entorno. El líder debe tener claro que no es un ser aislado, sino que hace parte de una comunidad, de un colectivo y que su bienestar individual sólo es posible, en la medida en que contribuya al bienestar de la comunidad, a la cual pertenece.

En este número Emoción y Espíritu rinde un homenaje de reconocimiento a los siguientes seres excepcionales que cumplen todos los criterios para ser considerados líderes y lideresas sociales: Giovanny; Eisenhower; Rubiela; Luz; Ana María e Iván. Gracias a ellas y a ellos, a su lucha cotidiana, Pereira y Risaralda son hoy unos mejores lugares para vivir. Gracias


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