Relación abuelos y nietos
La afinidad es una de las leyes ineludibles para los todos los seres humanos, aquí y en cualquier planeta del infinito, inconmensurable, interminable y siempre en construcción: Universo.
La afinidad refleja la armonía ideal entre los seres cuyo nivel de aceptación mutua es mediado o “calibrado” por muchas causas atávicas que devienen en compatibilidad de intereses, plan de trabajo en las existencias sucesivas y hasta en consanguinidad.
Nos sentimos bien o mucho mejor con aquellos de donde sentimos que proviene una energía protectora o sincera en empatía con nuestros intereses o simplemente especial. Como estamos expósitos a un sistema económico perverso en el que los padres deben priorizar el cumplimiento de obligaciones extra hogar, los niños son dejados con los abuelos y si el niño tiene más cercanía con los abuelos quienes terminan por criarlo y darle la otra educación que no recibe en la escuela o colegio, lo normal es que genere una mejor adaptación a dicho espacio.
Por lo tanto, es obligación de los abuelos respetar esas materias frágiles (No violarlas sexualmente); darle una correcta orientación a esas almas que graban todo como en cera tibia (No aprovecharse de su ingenuidad para orientarlas hacia el error); y hablarles claro a esos espíritus que vienen a cumplir también su misión de paz y amor, (No abrumarlos con misterios, dogmas o creencias que oscurecen su raciocinio).
De la ley de amor provienen las leyes de justicia, igualdad, compensación y, obviamente, afinidad, que son como rodachinas o ruedas sobre las cuales se desarrolla el progreso en todas las humanidades. Si alguien creyéndose muy avispado elude o altera, por ejemplo, la ley de afinidad será culpable de aberración y prevaricato por cuanto la puede cumplir, la puede demostrar en sus actuaciones y será declarado como espíritu detractor de la de ley de amor, es la sentencia.
