El camino propio, la búsqueda del joven en el espíritu.
Miedo, amor, fortaleza, impaciencia, pánico, impotencia. Son cientos las palabras con las que se etiquetan al joven de hoy, son miles las emociones que marcan cada uno de los acontecimientos de sus vidas, pero igual es la descomunal incapacidad de vivirlas, de sentir y aprehender.
En tiempos de soledad el joven se siente a la deriva y más importante que distinguir lo que hay más allá de bien y del mal (como socialmente se ha hecho ver la sabiduría, la espiritualidad) debe distinguir lo que yace en sí mismo, de modo que la posibilidad de experimentar no se vea aprisionada por los límites de mente que le han sido impuestos.
Recorrer el camino propio es parte esencial en la búsqueda de la verdad, pero debemos dejar atrás la visión de una verdad absoluta, debemos acercarnos tanto a las verdades propias como a las ajenas, aceptar que las transformaciones con las que afrontamos la vida no definen al ser en conjunto, no etiquetan, no enlistan, las transformaciones del joven no le hacen frágil, no agudizan susceptibilidades, de la manera más encantadora le iluminan llevándolo incluso fuera de su ser actual, guiando su ser del mañana.
El joven se encuentra en apuros al querer hacer consciente su experiencia, varias preguntas le agobian y puede llegar a creer que el comprender excluye el sentir, pero -a título de opinión- el complemento que resulta al ver las dos caras (perspectivas) de una misma moneda (la vida) le permiten al joven potenciar su yo.
El conocimiento propio que puede abarcar desde el comportamiento hasta las calificaciones que sobre el recaen acarrea consecuencias positivas tanto como negativas. Siendo las primeras bajo una marcha comprensiva todo un abanico de posibilidades de cambio, de flujo y avance, en contraste con las segundas que le llevarían a retroceder de manera temerosa al evidenciar el cambio propio y creer que este es ajeno a su esencia, pero ¿Cómo hacer consiente un cambio? ¿Cómo saber si es este positivo o negativo? Es necesario decir que al superar estas preguntas un gran paso se da en la construcción de un yo integral, en retomar lo que sin conciencia hemos perdido y en adquirir lo que siempre hemos querido, y es que el querer no siempre es poder si el empeño no ha sido direccionado de manera correcta.
Según este humilde autor la única manera de hacer consciente el cambio es partiendo de la reflexión, del acercamiento con la persona que en nosotros habita y lastimosamente insistimos en silenciar, no podemos negar que el joven libra batallas espirituales y banales en igual medida, contra sí mismo y demás seres, pero no siempre las gana o no siempre tiene conocimiento de ello, y es aquí donde debemos llegar, a restar valor al resultado y sumar a la experiencia, de la batalla perdida se aprende más que de la ganada. En cuanto a la segunda pregunta – siendo atrevido al respecto- el saber si un cambio es positivo o negativo no está en nuestras manos, el miedo al cambio no se puede convertir en un enemigo, debemos aceptar que este viene, a diferentes intensidades y velocidades pero en definitiva viene, lo que el joven no se puede permitir es retroceder como persona, alejarse de sí mismo en la búsqueda de otros.