Encuentros
Sobre la base de que somos uno, indivisibles, así estemos en este plano divididos, en presentaciones unipersonales, cada uno diferente del otro, siendo un nano-universo de construcciones, sensaciones, conocimientos, relaciones, actitudes, posiciones frente a la vida, ningún ser humano se relaciona con otro o con otros por casualidad, por accidente, sin ninguna razón, sin ningún fin.
Cada persona con la que interactuamos cada día, llega a nosotros y nosotros a ella cumpliendo el plan divino; no llega por casualidad; cualquiera sea el rol que juegue en nuestro entorno, cada instante, por temporalidades distintas, en espacios diferentes, existe por alguna razón.
He entendido que todos somos espejo del otro, a través del cual podemos mirarnos, revisarnos, caer en cuenta de lo que NO somos capaces de vernos a nosotros mismos, aceptar lo que NO deseamos aceptar que somos y sanarnos para liberarnos.
Igualmente he entendido que ese relacionamiento nos ayuda a reafirmar- nos en que la forma como abordamos la cotidianidad, nuestro proceso evolutivo, el camino seguido, es el que es, el que debe ser, el que está determinado por el universo.
Este relacionamiento entre los seres humanos, que nunca debe ser excluyente, jamás despreciado, en ningún momento minimizado, siempre, siempre, siempre quiere decirnos algo importante; quiere mostrarnos algo; quiere sanarnos, enseñarnos, ayudarnos en algo; quiere liberarnos de algo.
En la medida que entendamos esta simbología, encontremos la razón de ser de esa relación, la forma como la abordamos, nos daremos cuenta de la necesidad inaplazable de eliminar los egos, los miedos, la ausencia de amor, el deseo y lucha por apropiarnos de un poder que no existe y que solo es validado por la imperfección humana. Solo así logramos la trascendencia del ser.
En este juego de roles, en algunos momentos somos ángeles, sanadores, maestros, guías; y en otros momentos aprendices. Siempre en proceso de evolución.
